8.29.2006

8.26.2006

SuehiroMaruo-ElMonstruoColorDeRosa



SuehiroMaruo-Midori



SuehiroMaruo-LunaticLovers


Hoy me llegaron, directo de España, con una escala insólita en Chiapas.

En Ediciones [Ojo de Gato] estamos preparando un monográfico de ensayos sobre Suehiro Maruo, Junji Ito, Hideshi Ino, Kazuo Umezu y otros maestros del manga de horror y el erotismo grotesco, para ser impreso antes de noviembre (o de menos antes de algún noviembre).

Sobre Suehiro Maruo, aquí.

Galería de imágenes, aquí.


Son un sueño...


8.21.2006

FalseSpiral

8.17.2006

8.15.2006



Me has pedido algo muy difícil de cumplir, porque emocionalmente es desgastante, tal vez deseabas algo mucho más elemental y esto es un error, o quizás soy yo quien ni siquiera imagina de dónde vienen las palabras o las imágenes y mucho menos a dónde van. En todo caso, no sé si es el filtro con el cual se trasluce la realidad ahora que tengo que escribir esto, o si acaso todo siempre ha sido así. El hecho es que mientras se van entretejiendo en mí los conceptos, puedo atisbar impregnadas en todas partes la tribulación que los manufacturan.


Por ello, he decidido fragmentarlo.


Yo soy Ofelia.
Aquella que el río no contuvo.
La mujer colgando de la soga.
La mujer con las arterias abiertas.
La mujer de la sobredosis.
La mujer con la cabeza en el horno.


Solicitas mis impresiones sobre la Ofelia retratada por Heiner Müller en Máquina Hamlet, y la primera impresión que me invade es el demencial hecho de lo fácil que puedo verla en carne y hueso. El texto de Müller es sintético, lo cual en la práctica interpretativa (al menos en mi experiencia) implica que la figura que le dé un soplo de vida debe buscar dentro de sí una identificación, asomarse en los entresijos invisibles de la memoria y cazar. Mi segunda decisión consiste en escribir no sobre un texto a partir del texto, sino sobre la memoria (así, en singular) que sus palabras producen.


Ayer por fin dejé de suicidarme.
Ahora estoy sola con mis pechos mis muslos mi útero.
Destrozo el instrumental de mi cautiverio, la silla la mesa la cama.
Destruyo el campo de guerra que era mi hogar.
Arranco las puertas para que el viento deje entrar al grito del mundo.
Destrozo la ventana.
Con mis manos sangrantes rompo las fotografías de los hombres que amé y me usaron sobre la cama la mesa la silla el piso.


Hace unos pocos meses pude ver a Ofelia una vez más, caminando casi a media noche entre los corredores de una estructura vacía, entre cortinas plegables de metal. Detrás de ella la única luz, desde unas escaleras de piedra, recorriendo los espacios que sólo conocen unas pocas familias que de tan decaídas ni siquiera tienen puertas sino cortinas sucias de papel o plástico, en los espacios en ruinas que llaman hogar, coronando una azotea. Nadie se asomó mientras filmábamos una y otra vez las mismas palabras, dictadas por una mujer con las ropas rotas, maquillada con las primeras señales de la muerte. Realicé al menos unas veinticinco tomas en las escaleras, en los corredores. Al final la retraté en la más absoluta oscuridad, en matices de verde fosforescente, mientras camina hacia mí (la cámara en primera persona), que puede verla mientras ella no, pero sus ojos brillan.

Las pruebas de grabación revelaron algo muy parecido a un fantasma, lo que fuera que yace frente a la cámara estuvo alguna vez vivo, pero no más, entre mariposas nocturnas y las fisuras en los muros. Pero la oscuridad circundante es un capullo, un envoltorio que marca claramente la frontera con la realidad. AQUÍ INICIA EL MUNDO. Sin embargo, la experiencia fue un fracaso. La actriz termina entre lágrimas y estertores, peor aún en tomas posteriores la productora asume un papel que no le corresponde ni le cuadra y decide llevarla a una crisis nerviosa, hacerla gritar. Y eso es justamente lo que no quiero, yo no quiero darle ese escape, yo quiero que la resolución sea inminente más no completa. Yo quiero una implosión. Discutimos largamente hasta que acabamos a gritos, para pánico de la productora que, sin duda, en ese momento se arrepiente de haber conseguido como director a alguien tan poco sumiso. Y sé que es arrogante, pero me atrevo a decirlo porque desde mi subjetividad esta es la verdad: Yo no quería lágrimas ni gritos ni nada parecido sencillamente porque no existe paliativo para este tipo de tortura, la crueldad de la que habla el texto surge desde adentro y allí fue incubándose, día a día, en medio de la cotidianeidad circunstancial más vulgar, se trata de erosión no de herida. Yo no creo que el dolor del que habla el texto pueda encontrar salida o cabida entre lágrimas y gritos, eso sería concederle un poco de alivio y no es así. Es una muerte viva, la podredumbre que se caldea en la carroña de una esperanza olvidada, como una larva sepulcral. Eso no termina con un ataque de llanto, se vive sin saber siquiera lo que es. No se trata de simple tristeza, es corrosión, corrosión abismal.


Incendio mi prisión.
Tiro mis vestidos al fuego.
Arrojo al reloj que fue mi corazón fuera de mi pecho.
Salgo a la calle, vestida con mi propia sangre.


En otra parte, en Cuarteto, Heiner Müller hace decir a sus personajes que la más abismal caída al infierno se debe a la inocencia, la devastación de un paisaje no se compara con el crimen que destruye un alma. Uno de los textos de juventud de Müller consiste en un joven de su misma edad que trata de ver, frente a un espejo, el rastro que trazarán los gusanos en su carne. No dejo de tenerlo presente, cuando la realidad le da la razón y concede a cualquier momento y lugar el potencial de transfigurarse en el escenario de un crimen. Veo a la Ofelia del grupo teatral argentino Periférico de Objetos decir su soliloquio una vez más, de lentes oscuros y fumándose un cigarro, rodeada de ratas que la contemplan y siguen atentas sus movimientos. Veo a la actriz de la primera versión teatral profesional de Máquina Hamlet en México, erguirse y extender sus brazos más como un abrazo de aceptación catártica que de crucifixión o martirio, mientras sus ojos arden con el implacable deseo de incendiarlo todo. Veo la mirada insegura de una mujer frente a mí hace ya diez años atrás, y el instante de decisión total cuando se arroja a las ruedas del tren que llega (yo te vi caer, yo estuve allí). Veo imágenes de los cuerpos que hallan en la frontera, en el desierto, y sé que ellas también fueron Ofelia. La veo confesando sus crímenes contra sí misma, juzgándose duramente. Una parte de mí la considera víctima y la otra victimaria, el papel de testigo es intercambiable, así se forma la más antigua trinidad (Peter Brook dice que dos personas conforman una charla, pero tres son teatro).

No es nada fácil contarte todas estas cosas, porque se pasa fácilmente de la confesión al obituario, cuando lo ideal/ preferible/ sensato, es mantener la distancia telegráfica académica que a algunas personas concede tantas satisfacciones. Y no puedo hacerlo porque Ofelia está en todas partes, ayer estuvo junto a mí en un centro comercial, el sábado anterior me reveló que no podía dejar de tomar pastillas compulsivamente, mañana tal vez la encuentre esperándome para susurrarme un secreto abominable, ¿ahora qué pasara? ¿Qué sigue? La he visto usar y ser usada, incluso usarme. Y yo también la he usado.

No me pide ayuda, sólo me pide contemplación, quizá un poco de empatía. A unos pocos metros de donde filmamos entonces, ahora hay una aglomeración cada vez más violenta, quizás se está gestando una insurrección sangrienta. No sería sorprendente que nada de esto fuera meramente una casualidad y desde la síncronicidad nuestra invocación se hubiera detonado junto a otras implosiones. Ahora mismo mi nación acepta su eterna esquizofrenia, su psique está partida en pedazos irreconciliables que germinan fractalmente como copias de sí misma. Entre nosotros crece un muro. Tal vez la patria también será Ofelia, ¿es cuestión de unos meses o unas horas para que salga a la calle vestida con su propia sangre?

Perdona por tardar tanto, pero escribí muchas versiones de este mismo texto, una y otra vez, y cada vez dudé y dudé en terminar o no. No quisiera dejar nada afuera pero eso es imposible. Si este texto llega demasiado tarde, siempre lo fue. Hoy estoy muy fatigado, no sólo por esto sino por muchas cosas más, así fue como entendí de una vez por todas cómo y cuándo debía terminar…


[OFELIA TEXTO OFELIA IMAGEN]


8.13.2006

Suehiro Maruo

SHROUDING ALL THE GROUND AROUND ME IS THIS HOLY CROW ABOVE ME BLACK AS HOLES WITHIN A MEMORY AND BLUE AS OUR NEW SECOND SUN I STICK MY HAND INTO HIS SHADOW TO PULL THE PIECES FROM THE SAND WHICH I ATTEMPT TO REASSEMBLE TO SEE JUST WHO I MIGHT HAVE BEEN I DO NOT RECOGNIZE THE VESSEL BUT THE EYES SEEM SO FAMILIAR LIKE PHOSPHORESCENT DESERT BUTTONS SINGING ONE FAMILIAR SONG:


"SO GOOD TO SEE YOU
IVE MISSED YOU SO MUCH
SO GLAD ITS OVER
IVE MISSED YOU SO MUCH
CAME OUT TO WATCH YOU PLAY
WHY ARE YOU RUNNING AWAY?
CAME OUT TO WATCH YOU PLAY
WHY ARE YOU RUNNING?”

8.10.2006


"Regularmente no me meto con el infierno de los demás, pero esta vez ha sido el mismo Satán quien me ha pedido intervenir".

Esta frase apareció en un sueño que describí hace casi un año. Por favor, envíeme alguien de Perú un correo explicándome por qué buscan tanto esta frase en el blog (Según el Tracker, incluso se le busca hasta dos veces al día, palabra por palabra... siempre desde Perú).


De antemano, gracias.

8.08.2006

Shark

8.05.2006



Este cortometraje originalmente no debe tener sonido.

Véase sin sonido.

8.04.2006


U


Mais ou sont les neiges d'antan?

François Villon c.1461

8.02.2006

8.01.2006



Te llaman "pequeño hombrecito", "hombre común" y por lo que dicen, comenzó tu era, la "Era del hombre común". Pero no eres tú quien lo dice, pequeño hombrecito, son ellos: los vicepresidentes de las grandes naciones, los importantes dirigentes del proletariado, los arrepentidos hijos de la burguesía, los hombres de Estado y los filósofos. Te dan un futuro, pero no te preguntan por el pasado.


Tú eres heredero de un terrible pasado, tu herencia te quema las manos, esto es lo que tengo para decirte. La verdad es que todos: el médico, el zapatero, el mecánico o el educador que quieren trabajar y ganar su pan, deben conocer sus limitaciones. Hace algunas décadas, tú, pequeño hombrecito, comenzaste a penetrar en el gobierno de la Tierra; el futuro de la raza humana depende, a partir de ahora, de la manera como pienses y actúes. Pero ni tus maestros ni tus señores te dicen cómo eres y piensas realmente, nadie osa dirigirte la única crítica que te podría convertir en el inquebrantable señor de tu destino. Apenas eres "libre" en un sentido: libre de la autocrítica que te permitiría conducir tu vida como tú quisieras. Nunca te escuché quejarte y decir: "ustedes me promueven a ser futuro señor de mí mismo y de mi mundo, pero no me dicen cómo hacerlo y no me señalan errores en lo que pienso y hago".

Dejas que los hombres en el poder lo asuman en tu nombre, pero tú permaneces callado. Confieres a los hombres que detentan el poder, todavía más poder para que te representen, hombres débiles o mal intencionados. Y sólo demasiado tarde reconoces que te engañaron una vez más...

(El resto del texto aquí)

[ESCUCHA PEQUEÑO HOMBRECITO, DE WILHELM REICH]


Omnia Ad Unum