3.07.2009

Watchmen

Como sucede con la literatura, casi siempre la crítica cinematográfica especializada se concentra en algunos participantes clave y olvida que la obra resultante es producto y consecuencia del trabajo simultáneo de un amplio número de especialistas. Watchmen, el cómic, no es la excepción [nótese que las "novelas gráficas" como tales sucedieron después, siendo inercia de la integridad estructural de obras como ésta]. Hablamos aquí de una coincidencia en el instante, de la unión y convivencia de talentos (o incluso de su ausencia), donde la visión de un escritor no es más importante que la del tipógrafo. De ahí que la apreciación se suceda como un conflicto entre lo posible y lo ideal, que en un proyecto editorial como Watchmen posee una importancia capital, polarizada como una contingencia entre la visión del autor, el trabajo manual (literalmente) del dibujante y la pericia del editor o los editores para conducir un proyecto hacia su presencia material.

En una adaptación cinematográfica todo este sistema se reinicia, es un proceso de aproximaciones y distancias: La visión del director, las capacidades y límites del director de fotografía, actores, productores, maquillistas, etc, así como las condiciones de toda una industria se coordinan como una maquinaria, demasiado compleja para percibir homogeneidad en su diversidad. Un filme es un detrito, el diminuto efecto de estos enlaces y encaladuras, un sustrato en medio de todas estas eventualidades, esto es igualmente válido tanto para los presupuestos vastos como para los filmes más ínfimos. Es una apuesta o un cruce de apuestas y de negociaciones. El factor económico es imprescindible, donde existe una expectativa exponencial derivada de la magnitud de la inversión. Lograr sintetizarlo todo de un modo definitivo es consecuencia de las inercias de una época.

Watchmen (atención durante toda la proyección al juego de palabras en "Watch") concreta un proyecto hasta entonces considerado infilmable. Por supuesto dista de ser perfecta, pero sin duda es un filme muy cuidado, efectivo y, esperemos, seminal de adaptaciones cada vez más fieles a la sustancia y esencia de sus fuentes. Un comentario a las constantes que he detectado en las notas nacionales (rara la vez genuinas críticas): No es una película "lenta" ni en ritmo ni en edición (o tal vez lo sea para la Generación Ritalin, acostumbrada a obtenerlo todo en unos cuantos minutos de YouTube), Rorschach no es "maniqueo" (al menos no en el sentido peyorativo detectado en diversas notas) y esa máscara de manchas móviles es todo un subcomentario al instante que vive su portador, exactamente igual que en los comics.

Esta fidelidad exhaustiva a su fuente es justamente una de sus debilidades principales: el mensaje del filme parece un poco fuera de época y luce casi como una contradicción ya hacia el final. Por tanto, debe apreciarse como un homenaje a la atmósfera existente en una década en particular (los años ochenta del siglo pasado), y a una sensibilidad del autor original, que por extensión revela la politización del acto humano más mundano, como la música pop en el filme, cuya incursión simbólica sometida a otros contextos transfigura y enriquece sus sentidos.

El filme en su versión comercial de 163 minutos deja intacto el núcleo esencial no sólo de la serie de comics llamada Watchmen, sino la obsesión de toda una vida de Alan Moore y los artistas que han participado con él por el caos, la subjetividad y sus consecuencias en un universo poblado primero de ideas y luego de imágenes. No es una película innovadora, sucede con Snyder lo que con cualquier otro director congruente: Genera el mismo dispositivo/filme una y otra vez. Desde Dawn of the Dead se suceden las mismas constantes: la misma obsesión por la forma cuidada y deslumbrante, el homenaje a una presencia mediática consagrada, el (probablemente inconsciente) comentario político inherente en sus filmes... y una franca inocencia en torno al objeto abordado. Porque una constante en todos los directores anteriores que intentaron adaptar Watchmen fue la veneración y conciencia del colosal reto que conllevaba su producción. En las entrevistas al director, era muy difícil conciliar el nivel del proyecto con la figura por demás banal de Snyder, errando al más puro estilo cowboy sobre todo tipo de información que cualquier fan mínimamente aficionado a la trivia conocía al dedillo.

Y quizás esta inconsciencia fue la clave de su éxito, entendiendo "éxito" como la materialización de su cometido. Quizás era necesario un modelo de "ignorancia divina", de visión privilegiada pero carente de entelequia ni paroxismo, simplemente para no estorbar la resolución del producto. Esta adaptación fue posible porque no existió un conflicto del mismo tipo de inteligencias, sólo instrumentalización...


Omnia Ad Unum