La sensación de fracaso esta mañana, y el cansancio, porque le he pegado a mi hija. Lloraba otra vez culpa de algo que no estaba como ella quería: las alas de la cometa que cuelga sobre su cama estaban, según ella, al revés; estalló en mí, de inmediato, la vieja cólera que me provocan sus lágrimas, pero al tratar de cambiar las alas de la cometa hubo un momento en que pensé: "Si consigo guardar la calma, hoy habrá sido un día logrado", y tuve por un momento la impresión de que conseguiría dominarme; luego, cuando mi hija siguió llorando porque las alas habían vuelto a quedar mal, la zurré y volví a zurrarla porque no soportaba la visión de sus lágrimas -y por poco consigo superarme. El cansancio matutino se convirtió de inmediato, sin pensarlo, en violencia, y luego no fui capaz más que de guardar silencio y contemplé a la niña, sola en la cocina delante del desayuno, y las líneas de su nuca y de la mejilla me quedaron marcadas a fuego, como un castigo. Me senté en silencio delante de ella, y empezó a hablar de otras cosas, hablando y hablando para mí, pero en mi interior ardía aún la rabia contra ella, desatada y ciega...
Peter Handke, El Peso del Mundo.
Peter Handke, El Peso del Mundo.