De Julius Evola
El principio general al cual apelar para justificar la guerra en el plano de lo humano es el "heroismo". La guerra, según esto, ofrece al hombre la ocasión de redescubrir al héroe que anida en él. Rompe la rutina de la vida cómoda y, a través de las más duras pruebas, favorece un conocimiento transfigurante de la vida en función de la muerte. El instante final en el cual un individuo debe comportarse como un héroe es el último de su vida terrestre y pesa infinitamente más en la balanza que toda su existencia vivida monótonamente en la agitación incesante de las ciudades. Esto es lo que compensa, en términos espirituales, los aspectos negativos y destructivos de la guerra que el paternalismo pacifista pone unilateral y tendenciosamente de relieve. La guerra, estableciendo y realizando la relatividad de la vida humana, estableciendo y realizando también el derecho de un "más allá de la vida", tiene siempre un valor anti-materialista y espiritual...
(El resto del ensayo aquí).
Podemos estar o no de acuerdo con Julius Evola, pero sopesar el carácter polemista de este personaje (amigo cercano de figuras de la talla de Carl Schmitt y Ernst Jünger), no sólo es fundamental, sino imprescindible para dilucidar el intenso conflicto ideológico que tuvieron que formularse las naciones reconstruidas desde las cenizas del fascismo. Con una inteligencia clara como el filo del sable, Julius Evola tenía un profundo conocimiento del hechizo de una voluntad templada, empapada con un conocimiento erudito de la religiones de oriente y occidente. Su defensa de una "aristocracia del alma" tiene sus orígenes en las filosofías guerreras milenarias enraizadas en la serenidad que otorga el honor y el respeto al adversario (sería inútil compararla con la guerra tecnológica actual).
El duelo inicia dentro de cada espíritu, el conflicto entre vencedor y vencido se diluye porque ambos son polos contrarios del mismo equilibrio en movimiento, aquí no estamos hablando ni defendiendo la guerra cobarde entre fuertes y débiles incidentales, sino de una transgresión de los límites del yo. La filosofía de Evola es una filosofía activa, despierta, y, por encima de todo, de abismales consecuencias éticas
Es una filosofía sobre el actuar por encima del no actuar, aquí y ahora...
El principio general al cual apelar para justificar la guerra en el plano de lo humano es el "heroismo". La guerra, según esto, ofrece al hombre la ocasión de redescubrir al héroe que anida en él. Rompe la rutina de la vida cómoda y, a través de las más duras pruebas, favorece un conocimiento transfigurante de la vida en función de la muerte. El instante final en el cual un individuo debe comportarse como un héroe es el último de su vida terrestre y pesa infinitamente más en la balanza que toda su existencia vivida monótonamente en la agitación incesante de las ciudades. Esto es lo que compensa, en términos espirituales, los aspectos negativos y destructivos de la guerra que el paternalismo pacifista pone unilateral y tendenciosamente de relieve. La guerra, estableciendo y realizando la relatividad de la vida humana, estableciendo y realizando también el derecho de un "más allá de la vida", tiene siempre un valor anti-materialista y espiritual...
(El resto del ensayo aquí).
Podemos estar o no de acuerdo con Julius Evola, pero sopesar el carácter polemista de este personaje (amigo cercano de figuras de la talla de Carl Schmitt y Ernst Jünger), no sólo es fundamental, sino imprescindible para dilucidar el intenso conflicto ideológico que tuvieron que formularse las naciones reconstruidas desde las cenizas del fascismo. Con una inteligencia clara como el filo del sable, Julius Evola tenía un profundo conocimiento del hechizo de una voluntad templada, empapada con un conocimiento erudito de la religiones de oriente y occidente. Su defensa de una "aristocracia del alma" tiene sus orígenes en las filosofías guerreras milenarias enraizadas en la serenidad que otorga el honor y el respeto al adversario (sería inútil compararla con la guerra tecnológica actual).
El duelo inicia dentro de cada espíritu, el conflicto entre vencedor y vencido se diluye porque ambos son polos contrarios del mismo equilibrio en movimiento, aquí no estamos hablando ni defendiendo la guerra cobarde entre fuertes y débiles incidentales, sino de una transgresión de los límites del yo. La filosofía de Evola es una filosofía activa, despierta, y, por encima de todo, de abismales consecuencias éticas
Es una filosofía sobre el actuar por encima del no actuar, aquí y ahora...