Hay, tal y como Da Vinci ya lo había señalado en sus Cuadernos, una simetría horizontal en el cuerpo humano. La semejanza entre brazos y piernas no necesita mayor explicación, la sabiduría popular que relaciona el tamaño de los genitales con el de la nariz es más sutil, también la similitud de tejidos entre los ojos y los testículos / ovarios, los riñones y pulmones son casi intercambiables. Para Goethe, la pelvis quizás es un cráneo fantasma.
La evolución del blastodermo en el útero es arbitraría, sus partes son intercambiables, el hecho de que nuestra cabeza albergue un cerebro es meramente incidental. Somos construidos con una simetría de proporciones perfectas hasta que ésta se colapsa, el caos irrumpe. Más del 60% de los embriones se desarrollan junto a un gemelo las primeras semanas hasta que ambos se fusionan en un solo ser, no pocos tenemos rastros de nuestros hermanos bien ocultos en nuestros cuerpos. No tenemos conciencia ni memoria de esto... o quizás...
Hay quien asume que esa sensación de nostalgia sin origen definido que a veces nos embarga, ese "no se qué" que ahoga en melancolía a personas de todos los estratos sociales y todas las épocas ("la bilis negra se destila bajo el signo de Saturno"), no es sino un intenso anhelo de retornar a esta perfección original. Sandor Ferenczi va más allá y señala que todas nuestras mitologías, todas nuestras épicas, no son sino visiones y presentimientos del mismo deseo al retorno amniótico.
Quizás en la profundidad existe un antiguo silencio, un silencio ideal, el más bello de los silencios: el silencio primordial...
La evolución del blastodermo en el útero es arbitraría, sus partes son intercambiables, el hecho de que nuestra cabeza albergue un cerebro es meramente incidental. Somos construidos con una simetría de proporciones perfectas hasta que ésta se colapsa, el caos irrumpe. Más del 60% de los embriones se desarrollan junto a un gemelo las primeras semanas hasta que ambos se fusionan en un solo ser, no pocos tenemos rastros de nuestros hermanos bien ocultos en nuestros cuerpos. No tenemos conciencia ni memoria de esto... o quizás...
Hay quien asume que esa sensación de nostalgia sin origen definido que a veces nos embarga, ese "no se qué" que ahoga en melancolía a personas de todos los estratos sociales y todas las épocas ("la bilis negra se destila bajo el signo de Saturno"), no es sino un intenso anhelo de retornar a esta perfección original. Sandor Ferenczi va más allá y señala que todas nuestras mitologías, todas nuestras épicas, no son sino visiones y presentimientos del mismo deseo al retorno amniótico.
Quizás en la profundidad existe un antiguo silencio, un silencio ideal, el más bello de los silencios: el silencio primordial...