En esta foto, tomada en la India en los setenta, muestra a un niño tomando posesión de su actividad como orador-sanador. Desde su primera infancia ha mostrado capacidades tanto para curar como para enfermar a otros. En su pueblo natal tienen la certeza absoluta de que su voluntad interviene en el progreso de las cosechas y en el devenir de la vida diaria. Por cierto no depende de su voluntad por completo, es la voluntad de Shiva (en este caso en particular), es su embajador entre ellos, un conciliador de las interrelaciones entre los vivos y los muertos.
¿Es un privilegio o una condena? El contacto con otras personas se verá limitado a la ejecución de su papel religioso, pues se considera una grave afrenta tan siquiera rozarlo. Se dedicará indefectiblemente a la oración y la meditación, al estudio. Y no sólo eso, lo que le cubren son cenizas... cenizas de piras funerarias. Literalmente su presencia es la presencia de los muertos.
No podemos juzgar con parámetros occidentales, si estas actividades nos parecen inexplicables es porque no reconocemos nada similar... pero es sólo una apariencia, es cuestión de buscar. Lo sagrado siempre encuentra donde manifestarse, aún entre el acero y el concreto.
Y esa intensa mirada...
¿Es un privilegio o una condena? El contacto con otras personas se verá limitado a la ejecución de su papel religioso, pues se considera una grave afrenta tan siquiera rozarlo. Se dedicará indefectiblemente a la oración y la meditación, al estudio. Y no sólo eso, lo que le cubren son cenizas... cenizas de piras funerarias. Literalmente su presencia es la presencia de los muertos.
No podemos juzgar con parámetros occidentales, si estas actividades nos parecen inexplicables es porque no reconocemos nada similar... pero es sólo una apariencia, es cuestión de buscar. Lo sagrado siempre encuentra donde manifestarse, aún entre el acero y el concreto.
Y esa intensa mirada...